I
De un fondo sin alas me estallan raíces
trizando el espacio que dispersa.
Saetera,
tensando la cuerda literal que nos separa me disparas
y tú conmigo por un día más que nos aleja
de tu mano blanda.
Y tú distante
y yo de los azules ojos
que en mi destino de abandono
la luz de mi vacío aclara.
Aquí es Abril roto y tú ya habrás partido.
No hay tiempo, ya he nacido.
En la oficina, la tarde ya está con su cutánea
escupiendo sus sopores
sin sonido.
A las flores de la casa les crecerá un espeso barro
y todas las adorables cosas que dejaste
se morderán muy tristemente
haciéndose amarillas para siempre.
Al reverso de tu noche tenías un abanico envenenando mariposas
y un miedo que yo no conocía a la vuelta de tu cielo me aterraba.
Crecía cada día más
el fin de tu universo
anunciando aguaceros y tormentas
pero yo no lo sabía.
II
Después de muchos años retomo esta palabra
y cada día que pasa estás más bella
o es sólo el resplandor en la ventana que entornaste.
Quisiera,
si es que vives,
si es que el cielo existe al mismo tiempo
seducir el frío de tus ojos,
que seguirán siendo los azules
sujetar esos cabellos,
purificar del ruido ese silencio
y sostenerlo como un aliento entre mis dedos.
Pero no será posible
pues en verdad quise huir a cada paso del paso que antecede
y ya no puedo recordar esas pisadas que me diste
ni nadie revelará jamás
mi regreso a ese camino...
.
.
.
De un fondo sin alas me estallan raíces
trizando el espacio que dispersa.
Saetera,
tensando la cuerda literal que nos separa me disparas
y tú conmigo por un día más que nos aleja
de tu mano blanda.
Y tú distante
y yo de los azules ojos
que en mi destino de abandono
la luz de mi vacío aclara.
Aquí es Abril roto y tú ya habrás partido.
No hay tiempo, ya he nacido.
En la oficina, la tarde ya está con su cutánea
escupiendo sus sopores
sin sonido.
A las flores de la casa les crecerá un espeso barro
y todas las adorables cosas que dejaste
se morderán muy tristemente
haciéndose amarillas para siempre.
Al reverso de tu noche tenías un abanico envenenando mariposas
y un miedo que yo no conocía a la vuelta de tu cielo me aterraba.
Crecía cada día más
el fin de tu universo
anunciando aguaceros y tormentas
pero yo no lo sabía.
II
Después de muchos años retomo esta palabra
y cada día que pasa estás más bella
o es sólo el resplandor en la ventana que entornaste.
Quisiera,
si es que vives,
si es que el cielo existe al mismo tiempo
seducir el frío de tus ojos,
que seguirán siendo los azules
sujetar esos cabellos,
purificar del ruido ese silencio
y sostenerlo como un aliento entre mis dedos.
Pero no será posible
pues en verdad quise huir a cada paso del paso que antecede
y ya no puedo recordar esas pisadas que me diste
ni nadie revelará jamás
mi regreso a ese camino...
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