Ese hombre que se arrima trae un arañazo sobre el pecho y esa herida.
En la herida constante se divisan las batallas, cataclismos, bulevares
y matices de un dolor intenso. Ten cuidado;
el hombre se aproxima de costado.
Ese hombre se arrima caminando,
se extiende con su máscara doliente
por la arista en cada esquina. Y esa herida
ya se sale y contamina
Caminando pecho afuera se detiene
asombrada en las vitrinas, a pesar de que el sombrero va lejano
ni le importa.
El hombre continúa dando pasos, serenado
como todo corazón hecho pedazos
sin saber por qué se late;
sale saltando.
Es una herida sorprendente la que acecha solitaria
y rozando las murallas que me laten se me mueve
al ritmo de su propio ángel.
Rasante y ululante me penetra entusiasmada
soy su campo de cultivo
y ha tomado la distancia necesaria
del hombre que desvía y que se aleja
y se aproxima con tizón arpón a que me mate, bien matado.
Se me mueve, explorando superficies se ha fijado
en mi piel de miel en miel bramando. Me la clavo.
Esa herida unida a su dolor
ya tiene una tijera en cada mano y me posee
Y de ese hombre y sin aviso me ha clavado sus dolores
pues de aquel
ya estaba muy cansada.
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