Y allí estaba la distancia que me abrazó parpadeando
y en cada parpadeo me ceñía de batallas.
El combate. La franca hostilidad, sus agresiones
y el misterioso pie forzado de perdones.
Las vaginas y sus tacones de otro día
caminaron por distintas cuerdas indolentes
suficientes y bastantes. Demasiadas.
Un croquis mínimo,
la almohada insobornable de mis noches al fin de cada día
Pero por sobre todo, para qué.
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